Chigüire, una carne muy particular
Chigüire en venezolano, carpincho para el resto del continente hispano, capibara para los brasileros, hydrochaeris, en código científico. De piel utilizable en otros países y carne comestible en Venezuela, antes de que fuera domesticado y criado en granjas, como se está haciendo hoy en día, era un animal exótico de cacería que, conservado mediante el proceso de la salazón, era consumido por las poblaciones campesinas, tradicionalmente durante la Semana Santa.
Una extraña creencia (o una picardía de los misioneros que dieron descripciones algo fantasiosas a las autoridades eclesiásticas europeas) lleva a quienes respetan el precepto cristiano que prohíbe la carne en esos días a ingerirlo como si fuese pescado. “Anda a beber agua donde comiste tu chigüire”, reza un refrán de llano adentro que, según el cronista Ramón David León, “es una suerte de alerta que se da a los pendencieros y a los quisquillosos para que se contengan”.
Porque, sí, el llano inundable en invierno es su reino natural. Allí vive y allí se come primordialmente este mamífero que puede pesar hasta 80 kilos y que un grupo de reputados chefs venezolanos—tal vez en una de esas cruzadas de rescate de la identidad—, está empeñado en poner a valer, en interpretaciones y preparaciones gourmet de su carne fresca, sobre manteles de prestigiosos restaurantes caraqueños y rociadas con vino.
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