sábado, 20 de febrero de 2016

Nueces de Calderas
Sabor avellanado, almendras con textura suave, al morderlas se llega a sentir como atrapan todo el diente y se parten con delicado crujir. Al cocinarlas en agua, desprenden aromas que recuerdan a la caña dulce, a un tenue olor de papelón en hervor, impregnando toda la cocina. No es fácil hacer una descripción exacta, pero el recuerdo de castañas y avellanas chocan al paladar de cualquiera al degustar las nueces de calderas.
La oportunidad de volver una temporada al calor del hogar, permite el encuentro con sabores del pasado recurrentes a lo largo de la infancia; quizás en su momento, no se le tomó la debida atención por esa cotidianidad que simplifica las cosas, llevando algunas veces a hacer caso omiso del tesoro nutricional y sabroso que se tiene.
Se pueden obtener en las orillas de la carretera las marrones cápsulas que encierran suculentas almendras del tamaño de un huevo de paloma. Se venden crudas o sancochadas, en dulces con base en papelón, canela y clavitos de olor; turrones, y más.
Para hacernos una idea del gran potencial de este fruto, aquí una descripción detallada de su estupendo valor nutricional:
“La semilla contiene un aceite que puede utilizarse como aceite comestible de mesa y cocina. El contenido de aceite es de 41-59% de la almendra, el cual presenta 75% de ácidos grasos poli-insaturados (que evitan la acumulación de colesterol en venas y arterias) superando en cantidad y calidad los niveles del aceite de soya (60%), de maíz (55,5%), de ajonjolí (42%), de maní (26%), de coco (14%), de oliva (9,5%) y de palma aceitera africana (8%).
La nuez (semilla) es rica en fósforo, calcio y hierro; además contiene 691 calorías, cifra superior a la de la nuez del brasil (624), las avellanas (640) y el maní (460). El contenido de proteína de la semilla es de 19% y el de la torta residual es del 46% (ya extraído el aceite).”

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